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lunes, 26 de abril de 2010

UN DIAMANTE EMBRUTO

El viejo Nippón


Por fin retornamos al tema que de verdad nos ocupa en este blog, Japón. Recuerdo que nos quedamos en el punto en el cual el clan Tokugawa, que controlaba el poder, encerró Japón en sí mismo aislándolo completamente del exterior: ningún japonés podía salir, y ningñun extranjero podía entrar.
Es por ese motivo que muchos españoles y portugueses murieron en las costas de Japón, al intentar infiltrarse en aquél enigmático país, totalmente apartado y aislado  del resto del planeta.

Así pues, los japoneses vivían bajo el poder totalitario del shogunato Tokugawa, sin conocer nada más. Los shogun dictaban todas las leyes, las cuales eran muy rigurosas: reglamentaban todos los aspectos de la vida de sus súbditos, incluso su modo de vestir: un comerciante vestía de una determinada manera, un artesano de otra, un artista de otra, una personalidad política de otra... y por supuesto la família imperial y el clan shogun de otra porque vivían permitiéndose todo los lujos que se les antojaban.

Así,la población desarrolló un amor obsesivo y casi neurótico hacia su patria, pues era lo único que tenían, y ya sabemos que los japoneses son muy trabajadores: trabajan día y noche, y se esfuerzan al máximo para autosuperarse, y es por eso que en 200 años se creó una cultura única y riquísima como no hay otra en otro lugar.

Su modo de vida, sus ideales y sus filosofias eran extrañas y fascinantes: las geishas, los palacios imperiales, los bosques y jardines, llenos de espiritualidad; los dioses, las pinturas y los gravados, los kimonos, el teatro kabuki, los cerezos en flor: miles de iconos que perduran hasta hoy y que configuran un diamante embruto que nadie, hasta el siglo XIX, descubriría.
A partir de ahora, pues, iré poniendo uno a uno, por entradas independientes, los componentes de esta misteriosa cultura llena de magia, supersticiones y tradiciones milenarias que se  ocultaban bajo una capa de maquillaje y que no han muerto. Aún hoy siguen vigentes.

El próximo día


Geisha: detrás del abanico.











LA PÁLIDA MUERTE DUERME EN LOS NENÚFARES

Sobre mí


El agua del manantial jugaba con la luz del sol y tiraba relámpagos brillantes que bailaban chorro abajo. Bajo el agua de la balsa mis carpas hacían círculos, luciendo el rojo metálico de aquellas salpicadas manchas que rompían el blanco inmaculado de sus escamas.
El sol lucía espléndido aquel mediodía de primavera. La brisa era fresca, y me acariciaba el pelo, negros como el azabache. Me entretenia mirando como coqueteaban las mariposas, haciendo gala de sus magníficas alas, mientras las movían a gran velocidad entre las coloridas flores para crear un magnífico efecto óptico.
-Suzuko.
Giré la cabeza lentamente. Era el padre.
¿-qué deseáis, padre?
-El señor Koiichi ha venido, y te quiere ver. Por fin nuestras sospechas se han convertido en certezas. Te quiere pedir la mano.
-Hoy? ¿Tan pronto, padre?
-pero hija mía, cuanto antes mejor. El señor Koiichi es hijo de un empresario rico, y ahora está haciendo contratas con empresarios del extranjero. La empresa de su clan familiar está progresando mucho, y muy probablemente es uno de los hombres más ricos de todo Tokio. No me dirás que no es un buen partido.
-Sin embargo ... a mí no me gustan aquellos extranjeros, son muy bruscos en el trato. Me dan miedo un poco. En más, el Koiichi-san es 25 años mayor que yo.
-Está decidido, no hay nada a hablar. Ya le he concedido tu mano. Ya que tiene el detalle de comunicártelo personalmente, al menos sé agradecida. No seas tan egoísta, piensa qué futuro más próspero nos espera si establecemos un vínculo con el clanMomotsuki.
No había nada a hacer. No es que me desagradara la compañía del señor Koiichi, de hecho era un hombre bastante afable, pero el hecho de que fuera mayor que yo se me daba un poco de angustia, al fin y al cabo, él tenía 43 años y yo sólo tenía 18. De todos modos, el contrato ya estaba hecho, se podría decir que mi padre ya me había vendido a un buen postor, y como yo no estaba enamorada de nadie, tan se me hacía.
-Vamos, pues, Suzuko.
-Padre, mira las mariposas. ¿Verdad que son preciosas? Fíjate cómo baten las alas y hacen brillar cada hilo del maravilloso bordado de sus alas. ¿Lo deben hacer para atraer en alguna otra? Como es primavera ...
-Hija mía, la vida de las mariposas es muy efímera. Precisamente por eso son tan bellas, pero también por eso son débiles y mueren. Con este juego de colores no sólo pueden atraer otras mariposas, sino insectos depredadores que las pueden aniquilar. No aprendas de la vanidad de unos seres tan frágiles.
Nos levantamos y nos dirigimos a mi cámara. El señor Koiichi esperaba en la sala principal, tomando un té verde. Las sirvientas me prepararon con el mejor de mis kimonos, uno de color de melocotón confeccionado con hilos de seda y adornado con uno bordados dorados que simulaban ramas de cerezo. Cuando estuve maquillada y peinada salí a recibir al señor Koiichi. Me incliné y dije suavemente:
- Koiichi-san, es un honor recibirlo en nuestro humilde hogar. Estoy profundamente complacida con su visita.
No cruzamos muchas palabras. El señor Koiichi era más bien reservado, me pidió la mano y bastante. Yo obviamente accedí, aunque mi opinión ya había sido escogida por mi padre y lo que yo tenía que decir ya estaba planeado por todo el mundo. Eso era lo que me molestaba estar con el señor Koiichi. Todo era muy superficial, muy establecido. Todo tenía que ser tan perfecto y había sido tan preparado que había perdido cualquier genuinidad. Incluso el mismo Koiichi-san: estar con él no era desagradable pero nuestra relación no era sincera, sus palabras, serenas, eran sólo un estereotipo preestablecido.
-Id los dos a admirar los cerezos. Acaban de florecer. Os complace el ofrecimiento, Koiichi-san?-dijo mi  padre con toda reverencia.
Obviamente él accedió acomodando los músculos faciales a aquella sonrisa estereotipada que hacía siempre para complacer.
Paseamos por los jardines de su mansión, que eran tres veces más grandes que los nuestros, una diferencia que el padre esperaba eliminar con mi compromiso y posterior matrimonio. Yo iba cavilando en estas cosas mientras admiraba el estanque de nenúfares blancos que flotaban sobre el agua. A mí, a pesar de lo que se me había llamado el padre, las mariposas me parecían fascinantes, luciendo todo su encanto. Decidí poner a prueba al señor Koichii para ver si era capaz de expresar algún tipo de sentimiento sincero, y fingí que una peineta del peinado se me había caído al agua de la  balsa. De esta manera dejé vía libre en un hilo de pelo, que se cayeron ingrávidos sobre laso mía espalda, tan provocativamente descubierta por el escote del kimono. Quizás en realidad lo hice para sentirme guapa, o para comprobar si era capaz, yo misma, de sentir algo  por él. Buscaba de manera desesperada alguna reacción sincera entre nosotros dos.
Aquello no me lo imaginé. De repenteKoiichi-san me abrazó. A partir de aquel momento no sé exactamente qué pasó. Sus manos se escurrieron velozmente entre las capas de mi kimono, y rápidamente su pesado cuerpo me inmovilizó. Yo hacía fuerza para librarme, sin entender exactamente la cual era lo que estaba pasando, y mientras, sentía|oía sin remedio como la seda silbaba ensordecedoramente, a la vez que se caía cuerpo abajo. El jardín era solitario, no había nadie. Ni siquiera me salía la voz para poder llamar, o cuando menos, gemir como símbolo de protesta. El señor Koiichi, furioso  como no lo había visto nunca, se abalanzaba sobre mí y me besaba con pasión el cuello con sus labios calientes. ¿Era ésta la pasión que buscaba en él? No, no de esta manera. Miré a todos lados buscando la presencia de alguien que me pudiera ayudar. No había ni un alma. Incluso las mariposas habían huido de sopetón, y sólo los nenúfares eran testigos, silenciosos y despiadados, de aquel terrible momento. Y de repente vi al padre. Estaba en el fondo del caminito, muy lejos, inmóvil. Intenté llamar a su nombre, lo miré con la mayor desesperación, pero quedó inmóvil. No movió un músculo, como si estuviera muerto. Miraba con satisfacción como yo caía a manos de aquel viejo podrido de dinero. Ahora mi padre ya tenía la certeza de que él me deseaba, y que su hija le tenía asegurado un futuro radiante. Intervenir en aquel momento podría haber significado la ruptura entre las dos familias, y a él ya le iba bien así. De repente se giró lentamente y se marchó.
Salió la luna. Ya hacía 5 horas desde que Koiichi-san había muerto en mis manos. En un intento desesperado de salvarme, le había clavado la peineta escondida, que tenía un extremo bastante punzante. Le había clavado en un punto delicado del cuello, supongo. Qué ingenua había sido. Había querido ser vanidosa como la mariposa y, como una de ellas, había perdido mi gloria efímera en un instante. Un predador más fuerte que yo me había aniquilado. Ahora no podía volver a casa, no podía ir a ningún sitio. ¿Qué se me pasaría cuando el padre y todo el clan Momotsuki y todo Tokio y todos los empresarios extranjeros lo supieran? No tenía escapatoria. Me daba mucha rabia, que el padre me hubiera tratado como una moneda de cambio. No podía quejarme de nada, ni siquiera me había podido defender de los brazos de Koiichi-san. ¿Qué era yo? Miré fijamente los nenúfares, tan pálidos tan blancos tan plateados tan relucientes ,a la triste luz de la luna, como mi propia piel. Abracé las mariposas, abracé los nenúfares, abracé el agua y la oscuridad del estanque.









PD: este cuento es el relato con el que gané el primer premio al concurso literario de sant jordi en la cateogría de prosa. Es la traducción al castellano a partir del texto original, que era en catalán, el cual colguñe en la entrada anterior.
Para ver lo que expliqué sobre el contexto histórico i la situación geográfica de la historia, ver la explicación final de la entrada anterior.
Decídme qué os parece mi texto!
Para acabar, un vídeo que contiene una pista de la banda sonora de Memorias de una geisha. Creo que le queda bien al relato.